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miércoles, 7 de octubre de 2009

No azuzaba a nadie ni era indulgente con nadie. Era de aquellas personas cuyo amor es difícil de descubrir. Era igualmente cortés con todos sin ninguna clase de amabilidades. Todos estaban orgullosos de él. En los años más duros ninguno le volvió la espalda. No les enseñaba a ser decentes, pero resultó que todos sus discípulos, desde los mayores a los menores -Rapoport, Sajárov, Frisen- se distinguieron por una puntillosa decencia.

Koltsov

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