Nunca los griegos supieron del terror de la muerte; buscaron la belleza, con un impulso ciego, en aquella condición armoniosa y fecunda que hace eternas las formas, y olvidando que el hombre perdura en el bien y en el mal de sus obras más que en el semen, sintieron como un anhelo religioso el instinto de perpetuarse.
Valle-Inclán
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