RSS

sábado, 24 de abril de 2010

En la antigüedad griega los amados de los dioses nacían bajo la estrella de un destino funesto. La fatalidad, como un viento sagrado, los arrastraba agitando sus almas, sus vestiduras, sus cabellos. Era así la fatalidad un don celeste, porque las vidas convulsas de dolor son siempre amadas.

Valle-Inclán

0 comentarios:

Publicar un comentario