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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Faltaba una opinión pública auténtica y en continua actividad, un ambiente científico que determinara cirterios morales, que condenara a quién fuera por plagio, por explotar a los alumnos, por actos deshonrosos, y alabara por el valor cívico, por la decencia. [...] Cada vez quedaban menos de aquellos cuyas palabras eran temidas. No había ante quien avergonzarse. Unos se morían, otros eran deportados, otros guardaban silencio, otros se habían desesperado. Sus reglas de honor eran demasiado difíciles de cumplir y por eso decían que estaban pasados de moda. Desaparecían en la leyenda: profetas, paladines de la verdad, guardianes del honor.

Danil Granin
(Sobre los años finales de Lisenko)

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