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sábado, 29 de agosto de 2009

Los atenienses confiaban en la sabiduría del hombre corriente y pensaban que el hombre adulto que se mantiene apartado de la política era un hombre inútil. Según sus leyes, eran los ciudadanos quienes siempre debían resolver qué hacer. Por eso se reunían casi todas las semanas en una gran plaza, pronunciaban discursos y daban su opinión sobre cualquier asunto público. Los atenienses creían en la democracia, pues fueron sus inventores, pero no en la igualdad. Los pobres no votaban. Las mujeres, los extranjeros y los exclavos, tampoco.

Heródoto

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