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jueves, 23 de julio de 2009

La primera, en la frente

Así que ahí estaba yo, saliendo de trabajar después de una larga noche, con más sueño que un cesto gatillos, cuando cayó sobre mí todo el peso de las nuevas estrategias sacapelas del estado del bienestar.

Y es que estaba yo tan tranquilo, apurando el primer piti de la mañana, relajado, disfrutando del fresco matutino, con la ventanilla bajada y el viento dándome en la geta, cuando al ir a apagar el cigarrillo me encuentro con que el cenicero desborda colillas. Cada vez los hacen más pequeños, leñe, que nos tienen mania a los fumadores. Total, ¿qué carajo hago ahora con la colilla? Pues lo suyo, lanzarla por la ventanilla y que vuele libre como un gorrión, me dirán.

Pues no, señores, no. Esta mañana he visto la luz, una luz como un resplandor naranja que, tomando forma de panel de tráfico, cayó del cielo como un rayo de justicia y casi me empotra contra la mediana: "una colilla 4 puntos". Piso el freno, ciego ante tal revelación, y empiezo a vaciar el cenicero como un poseso iluminado y feliz.

He contado hasta 28 colillas.
Ya sólo me queda reclamar el premio.

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